Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 29 de diciembre de 2011

Héroes y bienaventurados (6)


“Bienaventurados los limpios de corazón, 
porque ellos verán a Dios”

Es difícil no mancharse, porque en torno tuyo todo deja huella. Es difícil. Hay que ser mucho más que un héroe para andar sobre barro sin ensuciarse los pies. Hay que ser, incluso, más que santo.

Lo suyo es intentar mancharse lo menos posible, pero lo más importante para mantenerse limpio es lavarse. Por eso, bienaventurados los que se dejan limpiar por Dios, porque ellos podrán albergarle en su corazón. No hay pecado que Él no pueda y quiera limpiar.

Bienaventurados los que piden perdón, porque ellos serán perdonados. No se puede aspirar al perdón si no se reconocen los errores cometidos. No se puede pedir perdón sin reparación.

Bienaventurado el que escoge el encuentro y la reconciliación, el que pone su vista en lo trascendente, el que apuesta por su felicidad completa en otra parte, el que elige negarse a sí mismo para encontrar a Dios. No es un héroe aquél que hace lo único posible, sino el que teniendo distintas posibilidades opta por la heroicidad. Y lo heroico hoy, en este tiempo y lugar, es la pureza de alma y corazón.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Héroes y bienaventurados (5)


“Bienaventurados los misericordiosos, 
porque ellos alcanzarán misericordia”

Misericordia. Inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. No se trata solo de sentir. No se trata sólo de compadecerse, de reconocer el sufrimiento ajeno, de hacerse solidario en él. La segunda parte es significativa: ofrecer ayuda...

Por todo ello, bienaventurados los que son capaces de amar en toda circunstancia, porque amar es el único alimento sin fecha de caducidad. Bienaventurados los que tratan con cariño al otro, porque las formas también importan. Bienaventurado el que escoge la amabilidad, el que respeta al pecador, pero no al pecado, el que no consiente, sino que encauza con y por amor, el que se siente amado y obligado al amor.

Sentir compasión es fácil. Incluso imposible de evitar. El misericordioso es el que no se queda parado y con los brazos cruzados. El que toma decisiones para paliar el sufrimiento. El que se compromete a ello con toda su alma y todo su ser. El que no renuncia a soñar y trabajar duro al despertar. Ésos son los héroes.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Héroes y bienaventurados (4)


“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados”

Efectivamente, bienaventurados los que son víctimas de la injusticia humana, porque la justicia de Dios nada tiene que ver con ella. Y bienaventurado quien así lo entiende cuando es víctima, porque en esos momentos lo más fácil es la maledicencia.

Bienaventurados los que reconocen la injusticia en las carnes de otro, porque es el primer paso para trabajar por cambiar las cosas. Y los que no sólo se quedan en la denuncia, sino que actúan en consecuencia. El que no se contenta con reclamar que el mundo cambie, que otros hagan, sino que él mismo cambia y hace.

Bienaventurado el que tiene sed de Dios, el que ansía y anhela su reino aquí en la tierra, el que decide no permanecer impasible ante un mundo sin Dios, el que opta por ser su reflejo en este mundo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Héroes y bienaventurados (3)


“Bienaventurados los mansos, 
porque ellos recibirán la tierra por heredad”

No es fácil ser manso y aceptar la voluntad de Dios sin un mal gesto, sin una queja, sin un atisbo de desgana. Quizá porque no es fácil discernir qué es y qué no es voluntad de Dios. O porque no nos interesa que sea fácil. En el fondo, la mansedumbre es una cuestión de actitud ante lo que te sucede en esta vida.

Por eso, la bienaventuranza puede referirse, perfectamente, a los esclavizados del mundo, porque Dios puede liberarles. A aquéllos que se sienten oprimidos, marginados, discriminados, ausentes y viven tales situaciones como un ofrecimiento al Señor.

Resulta difícil no rebelarse ante la injusticia... Y probablemente Dios no quiere que quedemos pasivos ante la misma, sobre todo cuando atañe a los demás. Pero una cosa es luchar por la justicia en el mundo, y otra la actitud con que se hace, sobre todo cuando hablamos de injusticias que sufrimos en nuestras propias carnes...

jueves, 1 de diciembre de 2011

Héroes y bienaventurados (2)


“Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados”

Parece difícil de conciliar. asociamos el llanto a la tristeza, a la pérdida, al dolor. ¿Cómo puede darnos eso la felicidad? Quizá porque bienaventurados son los que sienten el vacío en su interior, ya que Dios puede y quiere llenarlo.

Ése es el gran problema de muchas personas. Sienten el vacío, pero intentan llenarlo de cosas, objetos, ideas, personas, ... sin darse cuenta de que a la única persona que necesitan y puede llenar sus vidas es Dios.

Hay que ser muy valiente para decirlo. Y para asumirlo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Héroes y bienaventurados (1)


“Bienaventurados los pobres de espíritu, 
porque de ellos es el reino de los cielos”

Efectivamente, bienaventurados son los que tienen necesidad de Dios, porque Él vino especialmente a sanarles. A todos, pero especialmente a ellos. Sentir necesidad del auténtico y único Dios en un mundo lleno de distracciones y ofertas, en una vida plena de egoísmos, es un acto heroico. Casi una misión imposible.

Por eso, bienaventurados los que sienten necesidad sólo de Dios, porque ya han salido a su encuentro. Porque antes serán hallados por el Señor, que también partió hacia ellos. Bienaventurados, porque han puesto su tesoro en buenas manos. Héroes, sin duda, aquéllos a los que sólo Dios les basta.

Bienaventurados son los que eligen ser pobres ante Dios, los que escogen vaciar su corazón para que Él pueda llenarlo, los que optan por no sentir apego a las cosas materiales, los que son capaces de desprenderse de todo por seguirle. Héroes, quienes lo consiguen.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Tú puedes ser uno de ellos


Un héroe anónimo, se entiende...

Digamos que se llama Carlos. El nombre no es real. Desde que nació lo supieron. Sus médicos. Sus padres. Algo no iba bien en su cabeza. La poca esperanza a la que te aferras quedó rota con el diagnóstico.

Entonces llegaron los porqués, las preguntas, la rabia, el clamar al cielo pidiendo una explicación, exigiéndola. Carlos —ya he dicho que no es su nombre— era y es disminuido psíquico profundo. No hace falta tener conocimientos de medicina para imaginar la gravedad del asunto y sentir dolor en el alma.

Pero ni Carlos ni sus padres quedaron solos y a merced de los elementos y de una sociedad que aparta y oculta a los “no-válidos”. Un inciso al respecto de este último concepto: ¿Les he recomendado alguna vez la película “Gattaca”? No dejen pasar la oportunidad.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Once, entre siete mil


Vengo a hablarles de once de entre los aproximadamente siete mil “héroes anónimos” que en la diócesis de Valencia (España) se confirman anualmente.

Lo cierto es que siete mil es una cifra importante hasta que la comparamos con el número anual de bautizos (más de 25.500) y de primeras comuniones (apenas 18.500). Quizá por eso, entre otras cosas, su heroicidad destaca. Incluso se agranda.

Y es que en el mundo actual estar dos años dedicando un par de horas semanales a prepararte para el sacramento de la Confirmación tiene mérito. Y con 16 años, más. Y si encima esas reuniones son los viernes por la noche —como la de los once de los que hablaba al principio— ni les cuento.

Es cierto que dos horas semanales entre las 168 con que cuenta una semana no es mucho. Pero es muchísimo más de lo que otras personas dedican a Dios, incluso contando la Eucaristía del domingo.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Elegir no es vetar


No es que hayan sido muy heroicos. Probablemente les mueve más el interés que valores o virtudes morales. Tampoco es que lo hagan muy a menudo. Realmente deberían haberlo hecho y hacerlo en muchas más circunstancias. Ni siquiera han llegado a tiempo. Hace años que este tipo de cosas debería haber quedado al auspicio único y exclusivo de sus incondicionales.

Será que hoy me siento generoso, pero esta semana quisiera destacar a los responsables de que ciertas empresas hayan retirado su apoyo publicitario a un programa de televisión que —lo confieso— jamás he visto en períodos superiores a 30 segundos durante un sufrido ejercicio de zapping. ¡Algo es algo!

Supongo que todos saben de qué hablo. El programa —por cierto, muy en línea con otros de la misma cadena— entrevistó a la madre de uno de los imputados en el asesinato y posterior ocultamiento del cuerpo de Marta del Castillo. No es la primera vez que la televisión vende minutos de publicidad —porque eso es lo que hacen todas— a costa del morbo y el sufrimiento. El ejemplo más antiguo que recuerdo fue el de las niñas de Alcácer, pero probablemente, rebuscando, podamos remontarnos a épocas anteriores.

jueves, 27 de octubre de 2011

Algo más que fidelidad


Apenas puede sostenerse en pie. Las distancias que antaño recorría en cinco ahora le duran veinte eternos minutos. Se ha caído más de una vez, aunque lo oculta para no preocupar a los que la quieren. Y pese a todo ello, cuando llegan estas fechas, siempre saca fuerzas de donde ya no parecen haber para cumplir fielmente con algo más que una tradición. Incluso bajo la lluvia.

Hace semanas que ya encargó lo arreglos. En plástico. Es más barato y duran más. Y una semana antes, para evitar aglomeraciones, se dirige a los cementerios. Más de uno, sí. La mitad de su vida la pasó en un pueblo y allí están enterrados una parte de su familia. La otra, en el cementerio de la capital.

Como si de una peregrinación se tratara, visita una a una las tumbas. Les pasa un paño húmedo, cambia los arreglos florales y reza un Padre nuestro y un Ave María. Año tras año. Incluso a veces hasta habla con ellos mientras acaricia las lápidas con el trapo o desliza sus dedos sobre las fotografías.

jueves, 20 de octubre de 2011

Nadar contracorriente


No es fácil. Al menos, hacerlo siempre. Todos en algún momento hemos realizado algún acto heroico, de rebeldía, contrario al sentido común y a las reglas que imperan en nuestro entorno. Y lo hemos hecho por amor, porque en nuestra conciencia sabíamos que no hacerlo sería injusto, que sería una traición a Cristo y a nosotros mismos, que era, simplemente, lo que tocaba.

Lo cierto es que hacerlo de vez en cuando es posible, pero ser fiel y estar dispuesto a nadar contracorriente a lo largo de toda una vida —o la mayor parte de ella, porque siempre habrá momentos en los que, cansados, nos dejemos llevar— es muy complicado y roza lo imposible... Diría que sin la ayuda del Espíritu no puede hacerse.

Son estos nadadores personas que no se mueven en los parámetros del éxito mundano del poder y la gloria. Son artífices que prestan su servicio sin poner condiciones de ningún tipo y, muchas veces, sin gratificación por parte de otros. ¡Parece mentira lo que cuesta dar las gracias cuando es atención gratuita lo que recibimos, y lo muy dados que somos a ese agradecimiento cuando el servicio es remunerado! Es ilógico, pero es así en un gran número de casos.

jueves, 13 de octubre de 2011

Desde el ghetto


Militares egipcios atacaron el pasado 10 de octubre con armas de fuego a unos 10.000 coptos que pacíficamente protestaban por el ataque a una de sus iglesias que perpetraron extremistas musulmanes.

Según algunos testigos, la manifestación fue atacada en al menos dos ocasiones durante su recorrido por las calles de El Cairo. Las mismas fuentes señalan que los militares actuaron azuzados por extremistas islámicos que no toleran la presencia cristiana en el país, de mayoría musulmana, aunque no siempre fue así.

De hecho, Egipto, fue uno de los primeros lugares en recibir el mensaje del Evangelio, y donde floreció una amplia comunidad cristiana que, tras la llegada del Islam bastantes siglos después, fue reduciéndose drásticamente hasta la actualidad.

No es fácil vivir en un auténtico “ghetto”, vigilado por policías que, en teoría, te protegen de las incursiones de fanáticos islamistas que desean tu muerte. Es duro, pero es real. He estado allí...

jueves, 6 de octubre de 2011

Cuestión de fe


Hoy es imposible esquivar el tema. Hoy aparcaremos el anonimato, porque creo que se lo merece...

Recuerdo tres contemporáneos a los que nunca conocí en persona y sólo a través de sus obras, cuya muerte me ha hecho llorar y sentir un vacío como el que debe sentir un huérfano a edad temprana. Probablemente no son los únicos, pero ahora no recuerdo a otros — Juan Pablo II o la Madre Teresa juegan en otra liga — en esta categoría.

El primero de ellos fue Herbert von Karajan. Director de orquesta. Perfeccionista. Innovador. En la década de los 70 cambió las reglas en la grabación de la música clásica. Construyó una orquesta a medida, un auditorio a propósito y comenzó a grabar en digital cuando nadie sabía todavía eso cómo se iba a comercializar en el futuro. Hay un antes y un después en el mundo de la interpretación y grabación musical del repertorio de los clásicos. En 1989 nos dejó, posiblemente, para ir a montar una orquesta en el Cielo para que el Aleluya de Haendel o el Requiem de Mozart suenen con toda la gloria debida frente al Único merecedor de toda gloria.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Estuve preso...


Leo su historia en el número de esta semana del semanario “Paraula”, que edita la diócesis de Valencia: un matrimonio de 75 años dedica sus fines de semana a los reclusos de la cárcel de Picassent, en Valencia.

No son los únicos que lo hacen. Cientos de voluntarios trabajan en todo el mundo con y por los presos y presas. Con absoluta independencia del delito cometido. Sin necesidad de que éstos profesen una religión concreta.

Rafael y Chelo —así se llaman— realizan su labor callada y oculta —a esta sociedad no le gusta ver ni ciertas cosas ni a ciertas personas— entre los muros de una cárcel. Sinceramente, desconozco su capacitación profesional, si es que la tienen. Pero no les hace falta. El amor, el cariño y el respeto no se estudian en ningún sitio, y se aprende más de ello cuanto más se practican.

jueves, 22 de septiembre de 2011

A la cárcel


La historia la he leído esta semana en varios medios digitales (ACI-Prensa, Religión en Libertad, ...): una mujer canadiense ha perdido la cuenta de las veces en que ha entrado en prisión a causa de su oposición al aborto, manifestada en el propio interior de las clínicas donde éstos se realizan.

Pero no crean que tal manifiesto opositor lo ha realizado de forma indignada o indignante. Ni a gritos. Ni con cadenas o silicona en las cerraduras.

Mary Wagner —que así se llama esta heroína ya no tan anónima— es una católica canadiense de 36 años, soltera, sin hijos y de escasos recursos económicos. ¿Su forma  de protesta? Entrar pacíficamente en los centros abortistas y regalar rosas blancas con mensajes “pro-vida” a las mujeres que buscan abortar. Sólo eso. Nada más, ¡y nada menos!

jueves, 15 de septiembre de 2011

Darle una oportunidad


Nos estamos habituando. Sacerdotes que entran en crisis por una u otra causa. No siempre “la carne es débil” significa lo primero en lo que están pensando. Las tentaciones de la carne no son siempre necesariamente lujuriosas...

Pero a lo que iba. Antes te escandalizabas. Te hacías mil cruces. pensabas que algo muy gordo tenía que haber pasado para que un sacerdote tome la decisión de abandonar el ejercicio de su ministerio para llevar una vida “seglar”.

Hoy ya no. Tras un primer momento de sorpresa llegas a la siguiente conclusión: “si tenía dudas, para ser un mal sacerdote, para vivir una mentira, mejor que lo haya dejado”. Y efectivamente, para ser un mal sacerdote, mejor no serlo. Para vivir una mentira, mejor un cambio.

Pero... ¿qué es ser un mal sacerdote? ¿Qué significa vivir una mentira?

jueves, 8 de septiembre de 2011

Oponerse al mal


Pueden leer la noticia en Zenit (http://www.zenit.org/article-40195?l=spanish), no me la invento: un grupo de peregrinos irlandeses durante la pasada JMJ logró disuadir a una pareja de abortar a las puertas de la clínica...

Quiero creer que aquel día se salvaron tres vidas: las del crío (o cría) y las de sus padres. En un aborto no fallece solamente aquél al que no se deja nacer. De alguna manera —y mucho más dolorosa y permanente— también mueren los que le llevan a la muerte.

Quiero creer que aquella pareja no varió sus planes sólo por coacción o miedo. Quiero creer que no volvieron a intentarlo al día siguiente. A la semana siguiente. Al mes siguiente. Quiero creer que aquellos padres sólo necesitaban un ligero empujón, una suave ayuda, para hacer el bien, para obrar correctamente, para aceptar plena y responsablemente su paternidad gozosa.

jueves, 1 de septiembre de 2011

¡Benditos padres!


Imaginen la situación. Tienes cinco hijas, y cuatro se meten monjas. Busquen reacciones en su interior. A priori parece duro. Sinceramente, así a bote pronto, no sé qué sería lo primero en pasar por mi cabeza.

Te casas. Haces planes con tu pareja. Crías y cuidas de tus hijas. Les das educación, comida, vestido, cariño y, sobre todo, un modelo de vida espiritual. Lo haces lo mejor que puedes y sabes, porque los niños siguen viniendo sin manual de instrucciones y no hay dos recetas iguales que funcionen.

Crecen. Llega la adolescencia y la rebeldía. Las riñas y tensiones. La negociación. Pero las cosas salen bien. Son buenas chicas y te sientes feliz de haber hecho un buen trabajo. Pronto llegará el problema de los novios, matrimonios y, con suerte, los nietos que volverán a traer alegría a la casa.

Pero antes de que eso ocurra, llega la mayor y te dice que Dios le llama y va a ingresar en una orden religiosa. Quizá en ese momento te alegras y te sientes orgulloso/a. Dependerá de padres, pero los hay que siguen considerando un privilegio que uno de tus hijos consagre su vida a Dios.

jueves, 25 de agosto de 2011

Clandestinos


A los 26 años fue ordenado sacerdote y al año siguiente, obispo, el más joven del mundo. Todo ello, en secreto, en la clandestinidad. Sin templos ni grandes ceremonias. De prisa y corriendo, “en un apartamento, con el miedo de que la policía irrumpiera de un momento a otro”.

Clandestino, sí. Pero no para Dios. Oculto sólo para aquéllos que le perseguían. Durante nueve años ejerció su ministerio de sacerdote y de obispo en una fábrica donde, además, trabajó como obrero y después como guardián nocturno. Más tarde, descubierto, fue arrestado, procesado y condenado a doce años de cárcel. Su prisión fue un viejo monasterio reconvertido, donde había otros seis obispos y doscientos sacerdotes.

Tras ocho años de encarcelamiento donde no dejó de celebrar la Misa diaria y, a su manera, practicar ejercicios espirituales, fue liberado y pasó a ganarse la vida como basurero, pese a una grave enfermedad, que todavía arrastra.

jueves, 18 de agosto de 2011

Peregrinos


Piensen en ello. Recorrer medio mundo —o el mundo entero— para dormir en colchonetas sobre el suelo, soportar un sol abrasador y un calor asfixiante, y los empujones e insultos de un grupo de personas —ni un minuto más para estos energúmenos— que odian todo lo que ellos son y representan. Hay que tener madera de héroe. Los peregrinos de la JMJ la tienen.

Este mundo necesita de héroes. Yo diría que bastantes y con bastante prisa. Necesita optimismo, sonrisas, alegría, ganas de vivir, esperanza. Este mundo necesita la presencia de Dios visible, tocable, palpable. Este mundo necesita de peregrinos, como los de la JMJ, en Madrid; como los misioneros en cualquier lugar de este planeta; como los sacerdotes en las más perdidas aldeas del interior; como las buenas personas en su entorno.

Y cuando digo que este mundo necesita, digo todos y cada uno de nosotros. Los que estamos, y los que no. Los que somos, y los que no. Los que quieren, y los que no.

jueves, 11 de agosto de 2011

Algo debían tener


Era el entierro de un sacerdote. De un buen sacerdote. Que su arzobispo viajara casi 700 kilómetros desde Santander para presidir el funeral ya es un signo. Que además acuda otro obispo, salido de estas mismas tierras, pero ahora titular de una diócesis cercana (aunque no vecina), también debe significar algo. Que la iglesia estuviera abarrotada por personas de su pueblo que le conocían y que, en los últimos años, sólo le veían en los meses de verano, también es sugerente. Incluso que hubieran personas que abandonaron por unas horas sus lugares de vacaciones para venir...

Pero que la empleada de correos (no he querido emplear el término “cartera”, aunque no creo que sea motivo de menosprecio) que reparte la correspondencia en el barrio donde el difunto tenía el despacho desde hace muchos años se desplace 30 kilómetros para acudir al funeral después de haberse enterado esa misma mañana mientras hacía su ruta diaria, es algo que impacta. Y que dice mucho. De ella, y de don Miguel, que así se llamaba el difunto.

jueves, 4 de agosto de 2011

Mártires


Mire el reloj. “Cada cinco minutos un cristiano es asesinado por su fe”. Éste es el escalofriante dato puesto de relieve por el sociólogo Massimo Introvigne, en su intervención en la Conferencia internacional sobre diálogo interreligioso entre cristianos, judíos y musulmanes, celebrada recientemente en Budapest, bajo el auspicio de la Unión Europea.

Morir por dar testimonio, por negarse a renunciar a Dios, por proclamar la fe, por ser testigo de la muerte y resurrección del Señor... O sin llegar a eso, exponerse a la burla, a que te abofeteen, te maltraten o marginen...

Algunos dirán que son tontos. Que no hay nada por lo que merezca la pena morir. Y a su manera, aciertan... El martirio no es una apertura a la muerte, sino a la vida. Estos hombres y mujeres no se arriesgan a ser asesinados porque Dios sea una buena razón por la que merezca la pena morir, sino porque es la mayor razón por la que vale la pena vivir.

jueves, 28 de julio de 2011

Silencios forzosos


¿Se imaginan pasar 23 años de su vida postrado en la cama de un hospital sin poder comunicarse con el exterior, pero plenamente consciente de cuanto ocurre y se dice sin que nadie se percate de ello? Eso exactamente le pasó a un paciente belga, Rom Hoube, que hasta el año 2009 fue mal diagnosticado como un caso vegetativo cuando, en realidad, sufría una enfermedad aparentemente mucho más cruel: el síndrome del cautiverio.

El llamado síndrome del cautiverio es un trastorno causado la mayoría de las veces por una lesión cerebro-vascular que hace a quienes lo padecen prisioneros de su propio cuerpo. La única forma que tienen, y no todos, de entablar relación con quienes les rodean es a través del parpadeo. En sus casos más extremos, ni eso.

jueves, 21 de julio de 2011

Cuestión de confianza


Hay una clase de personas predispuestas a “poner la mano en el fuego” por aquéllos a los que conocen y quieren. Y es raro, porque con la que cae y el clima actual que se respira en nuestra sociedad, la desconfianza está al orden del día.

Obviamente, no hablo de esas personas que mantienen una posición externa de confianza porque lo exige el guión y sus propios intereses. No. Hablo de personas que no creen inmediatamente y sin pruebas rumores o acusaciones vertidas contra otros. Sean las que sean y lo diga quien lo diga.

Y aunque a más de uno le vengan a la cabeza inmediatamente los términos “corrupción” y “políticos” —lo cual demuestra y afirma lo que les comentaba del clima actual y de la escasez de personas dispuestas a “poner la mano en el fuego”— no estoy hablando de ello. Al menos, no sólo de ello.

jueves, 14 de julio de 2011

Buenos samaritanos


Nunca supe el nombre, y con el tiempo que ha pasado —el episodio se remonta a mediados de los años 70— se me antoja imposible. Ni siquiera soy capaz ya de ponerle un rostro. Pero nada de eso obsta a que merezca su espacio en esta tribuna de héroes anónimos.

Apenas contaría yo con doce años y una cruz de oro que había sido de mi difunto tío (hermano de mi madre). El resto de aspectos personales no son relevantes.

Salía del colegio y caminaba por la acera, todavía junto a la valla que delimitaba el patio, cuando dos o tres chavales —cuatro o cinco años mayores que yo— se cruzaron conmigo. No soy consciente —al menos hoy— de haber reparado en ellos o sentir algún tipo de amenaza.

jueves, 7 de julio de 2011

Bienaventurados los humildes


Si le tuviera que poner un rostro a San Francisco de Asís —sin dejarme llevar por estampas y cuadros— sería el de un pequeño sacerdote al que conozco desde hace mucho tiempo. Un hombre eminentemente bueno y humilde. No sabría describirle con más palabras. Ni con menos.

Les cuento algunas cosas para que me entiendan.

Este sacerdote renunció en su día a cualquier complemento pecuniario que situara sus ingresos mensuales por encima del salario mínimo interprofesional. Para él no podía ser de otra manera: era una cuestión de justicia, de solidaridad, de comunión.

Nunca ha tenido casa propia, ni coche. Una bici y durante un tiempo una moto han sido su medio de transporte, hasta que la enfermedad le impidió sencillamente mantener el equilibrio. Desde entonces, transporte público, o familia y amigos.

jueves, 30 de junio de 2011

Sin garantías


Digamos que se llama Eva. No es la única, hay muchas. Y no sólo “evas”, sino personas que no se acomodan. Que se levantan de la silla cuando es necesario, aunque eso signifique el riesgo de perderla. Que dan un paso adelante, aunque eso signifique que les señalen con el dedo. Que miran a los ojos, aunque eso implique compartir sentimientos. Que preguntan “cómo estás” y de verdad quieren saberlo.

Les cuento un caso, un ejemplo.

Lunes noche. Último consejo pastoral del curso en la parroquia. Tras la cena, cada mochuelo a su olivo. Una persona mayor que arrastra los pies, que camina despacio, que no vive lejos, pero que puede tardar quince minutos en llegar a casa. Cualquiera de los más jóvenes podría acompañarla a casa paseando, dándole conversación. Es una cuestión de tiempo, de hurtarle unos minutos al sueño. Pero Eva, no.

Eva aparca su coche en la calle. Los que lo hacen en las grandes ciudades saben la de vueltas que hay que dar a veces para encontrar un hueco. Pero eso no es lo importante. Eva ve a aquella mujer a la que le cuesta andar, echa mano al bolso, saca las llaves del coche y le propone llevarla.

jueves, 23 de junio de 2011

La mano derecha.. y la izquierda


Un conocido me dijo ayer mismo que el compromiso “o toca el bolsillo o no es compromiso”. Probablemente, algo de razón lleva. Y por el puesto de responsabilidad que ocupa, algo debe saber.

La cuestión vino a cuento de la financiación de la Iglesia y sus obras y de la actitud que los católicos debemos asumir en esta materia. Por supuesto que la oración y la vida sacramental son primordiales. Y la catequesis, la pastoral y la asistencia social, con sus voluntarios. Dedicar nuestro tiempo a Dios y a su Iglesia es necesario. Pero también lo es hacerse cargo de su mantenimiento.

La Iglesia necesita lugares donde desarrollar su misión. La Iglesia necesita cubrir, como cualquier familia, una serie de gastos corrientes para su funcionamiento. La Iglesia necesita de ayudas económicas para ayudar a los más necesitados. La Iglesia necesita dar de comer y vestir al clero, porque sin ellos no hay sacramentos, ni atención, ni acompañamiento... La Iglesia necesita... ¡y todos somos Iglesia! Sus necesidades también son mías, nuestras. “La necesidad de uno es la de todos”, es una frase que me encanta.

jueves, 16 de junio de 2011

Héroes del silencio


No me refiero al grupo musical. Ni a ermitaños, cartujos, o religiosas de vida contemplativa (clausura), de los que ya he escrito en este blog sobre su invisibilidad porque, sin duda, se lo merecen... Tampoco me refiero al silencio del prudente que se sabe esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Ni al del sabio, que prefiere no romper el silencio hablando si no es para mejorarlo. Ni al del manso y humilde que prefiere el silencio de la labor callada y del anonimato.

Hablo de un tipo de ser humano cada vez más difícil de encontrar. Aquel que llega a casa tras sus ocupaciones diarias y se sienta a escuchar el silencio. No enciende la televisión, ni se sienta frente al ordenador, ni rebusca en su iPhone, iPad o sucedáneo.

jueves, 9 de junio de 2011

Todavía hay quien escucha


Que escucha al otro, y no a sí mismo, que de estos último hay bastantes, aunque tampoco muchos si te paras a escucharles... De los primeros, hay pocos. Pero que muy pocos. Y si encima te hacen sentir escuchado, son casi un milagro.

Conozco a algunas de esas personas. Pueden ser los individuos más activos y con agendas más apretadas del mundo. Sin embargo, cuando les miras a los ojos no necesitan más. Comienzan a escucharte antes de empezar a hablar. Te hacen sentir la más importante de las personas, y tu problema, lo más urgente. El tiempo se detiene. No miran el reloj, ni contestan al teléfono. Fijan su mirada en tu mirada. Prácticamente no abren la boca. Ni te cuentan, ni te aconsejan. Simplemente te dejan hablar. ¡Y escuchan! Sientes en sus rostros que te escuchan. Y digo sientes, porque es una sensación que va más allá de la observación.

Si conocen a alguna persona así, saben de lo que hablo. Si han tenido la oportunidad de disfrutar de sus “oídos”, hay poca cosa más que contarles. Quizá algo que ya saben: cuiden a esa persona, cuiden su amistad. De verdad que no hay muchas.

jueves, 2 de junio de 2011

Cabezotas


Existe una especie de personas incansables, inmunes al desánimo, insistentes y perseverantes. Incluso, a veces, hasta pesados...

Son personas de firmes convicciones, de fe inquebrantable. Saben cuál es su lugar —o creen saberlo— y su misión en cada momento y viven para ello. En unos casos, lo harán rodeados de otras personas. En ocasiones, en la soledad y el recogimiento.

No es que no tengan dudas. Son humanos. Con madera —en realidad, como todos— de santidad, pero humanos. Pero ante esos momentos de flaqueza, su caminar se vuelve más rápido y su entrega más amplia y profunda.

Se empeñan en no renunciar a nada de lo que es Bueno (con mayúsculas) incluso cuando no queda tiempo, cuando otros ya habrían asumido la cercanía del final, se habrían resignado y arropado para esperar la muerte...

jueves, 26 de mayo de 2011

Invisibles


No se suelen dejar ver, pero existen. Probablemente, usted no conoce a ninguna de esas personas, ni las toma en cuenta, ni piensa en ellas. Pero ellas están ahí y, al contrario, sí piensan en usted. Sí le toman en cuenta.

Tienen una vida invisible, pero eficaz. Porque para ser no hace falta ser visto. Porque para hacer no hace falta ser visible, hacer ruido. Porque para servir, se puede pasar desapercibido.

Esas personas permanecen así, invisibles. Y no porque tengan algo que ocultar. Tampoco le tienen miedo al aire o al sol. Es cuestión de humildad y dedicación. Estas personas han optado por una forma de vida distinta.

Se levantan antes que la luz del sol. Sobreviven a duras penas de lo que ellas mismas producen con el sudor de sus frentes y de las “migajas de caridad” que otros comparten con ellas. El resto del tiempo, lo dedican a los demás.

jueves, 19 de mayo de 2011

Objeción de conciencia


Leí su historia hace unos meses. No importan los nombres, ni los lugares...

Padre de familia en paro, electricista de profesión, y católicos de convicción en un país donde no son mayoría, pero donde no peligra la libertad religiosa y de culto. El hombre recibe una propuesta de trabajo. Algo puntual, pero importante: hacerse cargo de la instalación eléctrica de todo un edificio de servicios de nueva construcción.

De inmediato, el cuento de la lechera: ingresos fuertes durante un año, saldar deudas, algún ahorrillo. La situación todavía no es asfixiante, pero no tardará en serlo. Es una buena oportunidad. Pero hay un problema: la obra. Se trata de una clínica para practicar abortos. Legalmente, se entiende...

jueves, 12 de mayo de 2011

Nunca es suficiente


Se levanta con cuidado con el primer zumbido del despertador. A hurtadillas. En silencio. Casi como un ladrón.

Con la luz apagada, se dirige al baño. Después se viste, se prepara el desayuno (o ni siquiera eso, depende de la hora). Coge las llaves, se pone el abrigo y salta al crudo invierno (o al tórrido verano, es sólo cuestión de tiempo).

Dicen que hasta las seis de la mañana no ponen las calles ni las aceras. Él sabe que no es verdad. O ella. Este caso no es cuestión de sexos.

Es un horario duro. Un turno inhumano. Cuando su familia todavía duerme, él o ella ya están despiertos y trabajando. Cuando ellos todavía están despiertos, él o ella ya duermen.

jueves, 5 de mayo de 2011

Ser testigo


Es un ritual. Apenas abre los ojos por la mañana lleva su mano al cuello en busca de la cadena. Y siguiéndola, llega a un anillo y a una cruz...

El anillo era de su marido. Hace unos años que falleció de una corta pero intensa enfermedad. Ese pequeño roce le hace sentir todavía su calor, su presencia. La cruz era de su madre, y antes había sido de su abuela.

De los dedos a los labios. Un beso para sus tres amores: su madre, su marido y Dios. El destino quiso que no tuvieran hijos. Por no haber, no hay ni sobrinos. Está sola, pero no se siente sola...

Asearse, vestirse, desayuno para uno y a la calle. Cuando llega al trabajo, siempre diez minutos antes de la hora, busca con un dedo en torno a su cuello la cadena y saca por encima de su ropa la cruz y el anillo.

jueves, 28 de abril de 2011

Cuestión de dignidad


Jubiladas. Mayores. Les gusta hablar de sus cosas: salud, hijos, sobrinos, nietos. En las grandes celebraciones se sientan juntas, por parejas, distribuidas a lo largo de distintos bancos por si acaso funciona aquello del “efecto contagio”. O para parecer más.

Son grupo. Se encargan de la Liturgia (también de otras cosas: las vestiduras y ornamentos, la limpieza y arreglo del templo, incluso de algún grupo de catequesis).

Sin embargo, en el día a día, en los fines de semana, no van juntas a Misa. Se sientan en sus bancos de siempre, pero solas... Y en muchas de esas celebraciones diarias hace tanto frío...

jueves, 21 de abril de 2011

Él es mi héroe


¿Saben qué? Algunos dirán que el héroe que les propongo hoy no tiene nada de anónimo. Ni de héroe. Probablemente algo de razón llevan, pero... ¿Qué quieren que les diga? Hoy es Jueves Santo y el cuerpo me pide hablarles de una persona de la que se ha escrito mucho, que levanta pasiones, que difícilmente deja indiferente a nadie y que —eso intentaré explicarles— a veces me parece que tiene mucho de héroe anónimo.

¿Lo han adivinado? Pues sí. Hoy quiero hablarles de Jesús de Nazaret.

¿Por qué anónimo? Porque anónimo es aquél a quien se desconoce.

jueves, 14 de abril de 2011

Hasta que Dios quiera


Está en el filo de la navaja. Y lo sabe... La edad no perdona. Todavía se vale por sí mismo. Más o menos. Pero el día menos pensado...

Es un sacerdote jubilado. Bueno..., en realidad un sacerdote nunca se jubila: es sacerdote hasta que Dios quiera. Pero con su edad y su salud ya no puede continuar al frente de una parroquia. Por eso lo de jubilado.

Despierta y reza sus oraciones. En ellas repasa tantos rostros que sus viejos ojos han conocido y que a duras penas su boca es capaz de poner nombre, que se le va el tiempo sin darse cuenta. Después se viste y desayuna, y a las siete ya está en la calle.

jueves, 7 de abril de 2011

No perder el tiempo


Digamos que se llama Juan. En realidad, no sé su nombre. Más de una vez le he visto en una parada de Taxis concreta. Claro que eso no es extraño, porque Juan —o el que sea su nombre real— es taxista.

A veces le he descubierto de tertulia con sus compañeros de profesión. Pero en otras ocasiones le he encontrado sentado en su taxi, un poco escondido —mejor, apartado— con las cuentas de un rosario entre sus dedos. Rezando, sí. ¡Y el Rosario!

Cada uno invierte esos pequeños tiempos muertos que surgen a lo largo del día como quiere. Son cortos para muchas cosas, pero suficientes para un cigarro, un café, o una breve tertulia... Normalmente, Juan no desoye la llamada de sus congéneres y hace todo eso. Pero de vez en cuando, le reserva algunos de esos minutos sueltos a Dios.

jueves, 31 de marzo de 2011

Ayuno


Su abuela le da cada sábado dos euros antes de ir a la parroquia. Normalmente, se guarda uno, y el otro se lo gasta en golosinas al final de la tarde en un kiosko cercano.

Sin  embargo, hoy, en la misa, les han hablado de la Cuaresma y del ayuno y, de repente, las dos monedas en su bolsillo han comenzado a calentarse. Escuchando las explicaciones del sacerdote ha comenzado a sentir algo diferente. Y esas dos monedas, cada vez, pesan más...

Cuando acaba la celebración, sus amigos corren a comprar sus chucherías, pero él se queda rezagado. Todavía en el pasillo central del templo, saca las dos monedas y las mira. La semana ha sido dura. De exámenes. Le apetecen unas fresas, nubes, pipas, ...

Le apetecen mucho. Se las merece. Se las ha ganado, pero...

jueves, 24 de marzo de 2011

En la salud y en la enfermedad


Ella cuenta los años. Araña los días que faltan para llegar a los cincuenta, a las bodas de oro. Él... Él está lúcido, pero vive en su mundo, con su propio tiempo, con otro ritmo.

Ella tiene 82 y él 86 y se siguen queriendo. Tienen su casa y siguen viviendo en ella. Él se empeña en ayudar, en hacer cosas, en ponerle silla en la mesa a su mujer, en seguir siendo “el hombre” de su casa. Ella tiene que cuidarle, lavarle y limpiar sus estropicios. Baja a la compra. Cocina para que su nieta cuando sale del colegio tenga su plato caliente a las dos. Y luego a las tres tiene preparada la comida para su hijo y su nuera. Ambos trabajan y no les da tiempo.