Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 28 de abril de 2011

Cuestión de dignidad


Jubiladas. Mayores. Les gusta hablar de sus cosas: salud, hijos, sobrinos, nietos. En las grandes celebraciones se sientan juntas, por parejas, distribuidas a lo largo de distintos bancos por si acaso funciona aquello del “efecto contagio”. O para parecer más.

Son grupo. Se encargan de la Liturgia (también de otras cosas: las vestiduras y ornamentos, la limpieza y arreglo del templo, incluso de algún grupo de catequesis).

Sin embargo, en el día a día, en los fines de semana, no van juntas a Misa. Se sientan en sus bancos de siempre, pero solas... Y en muchas de esas celebraciones diarias hace tanto frío...

jueves, 21 de abril de 2011

Él es mi héroe


¿Saben qué? Algunos dirán que el héroe que les propongo hoy no tiene nada de anónimo. Ni de héroe. Probablemente algo de razón llevan, pero... ¿Qué quieren que les diga? Hoy es Jueves Santo y el cuerpo me pide hablarles de una persona de la que se ha escrito mucho, que levanta pasiones, que difícilmente deja indiferente a nadie y que —eso intentaré explicarles— a veces me parece que tiene mucho de héroe anónimo.

¿Lo han adivinado? Pues sí. Hoy quiero hablarles de Jesús de Nazaret.

¿Por qué anónimo? Porque anónimo es aquél a quien se desconoce.

jueves, 14 de abril de 2011

Hasta que Dios quiera


Está en el filo de la navaja. Y lo sabe... La edad no perdona. Todavía se vale por sí mismo. Más o menos. Pero el día menos pensado...

Es un sacerdote jubilado. Bueno..., en realidad un sacerdote nunca se jubila: es sacerdote hasta que Dios quiera. Pero con su edad y su salud ya no puede continuar al frente de una parroquia. Por eso lo de jubilado.

Despierta y reza sus oraciones. En ellas repasa tantos rostros que sus viejos ojos han conocido y que a duras penas su boca es capaz de poner nombre, que se le va el tiempo sin darse cuenta. Después se viste y desayuna, y a las siete ya está en la calle.

jueves, 7 de abril de 2011

No perder el tiempo


Digamos que se llama Juan. En realidad, no sé su nombre. Más de una vez le he visto en una parada de Taxis concreta. Claro que eso no es extraño, porque Juan —o el que sea su nombre real— es taxista.

A veces le he descubierto de tertulia con sus compañeros de profesión. Pero en otras ocasiones le he encontrado sentado en su taxi, un poco escondido —mejor, apartado— con las cuentas de un rosario entre sus dedos. Rezando, sí. ¡Y el Rosario!

Cada uno invierte esos pequeños tiempos muertos que surgen a lo largo del día como quiere. Son cortos para muchas cosas, pero suficientes para un cigarro, un café, o una breve tertulia... Normalmente, Juan no desoye la llamada de sus congéneres y hace todo eso. Pero de vez en cuando, le reserva algunos de esos minutos sueltos a Dios.