Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 24 de noviembre de 2011

Héroes y bienaventurados (1)


“Bienaventurados los pobres de espíritu, 
porque de ellos es el reino de los cielos”

Efectivamente, bienaventurados son los que tienen necesidad de Dios, porque Él vino especialmente a sanarles. A todos, pero especialmente a ellos. Sentir necesidad del auténtico y único Dios en un mundo lleno de distracciones y ofertas, en una vida plena de egoísmos, es un acto heroico. Casi una misión imposible.

Por eso, bienaventurados los que sienten necesidad sólo de Dios, porque ya han salido a su encuentro. Porque antes serán hallados por el Señor, que también partió hacia ellos. Bienaventurados, porque han puesto su tesoro en buenas manos. Héroes, sin duda, aquéllos a los que sólo Dios les basta.

Bienaventurados son los que eligen ser pobres ante Dios, los que escogen vaciar su corazón para que Él pueda llenarlo, los que optan por no sentir apego a las cosas materiales, los que son capaces de desprenderse de todo por seguirle. Héroes, quienes lo consiguen.

Porque, ¿cuántas personas conoces capaces de esto? ¿Estarías tú dispuesto a dejarlo todo por Él? ¿Qué lugar ocupa Dios en tu corazón? ¿De cuánto sitio dispone?

¡Claro que son héroes! Yo lo sé. Lo sé muy bien, porque no soy uno de ellos. Pero no es imposible. La prueba es que existen. No es que se oculten, pero cuestan de encontrar. Esta sociedad —es decir, todos nosotros— canoniza otros modelos, otros valores, otros éxitos. Y no es que estén mal, siempre que no te llenen por dentro. Que no sean lo único que te llena por dentro.

Para desprenderse no hace falta ir a una isla desierta, o perderse en la montaña, o vivir en soledad. La pobreza ante Dios es más una cuestión de actitud. Es cierto que las posesiones y preocupaciones materiales nos pueden distraer, e incluso impedir una fluida relación con Él, pero esto no es así necesariamente...

Lo que sucede es que hay que ser muy héroe para fiarse plenamente de Dios y de sus promesas. Hay que ser muy héroe para hacer lo que debes y no lo que conviene o te ordenan. Hay que ser muy héroe para entregarle por completo el corazón, sin condiciones y sin contraprestaciones. Hay que ser muy héroe para reconocer nuestras limitaciones y confiar en su ayuda.

Hay que ser muy héroe para humillarse ante Dios. Para ser humilde. Para dejarse amar. Para reconocerse amado. Para asumir que nunca podrás corresponderle de la misma forma, pero para querer hacerlo con su ayuda.

Hay que ser muy héroe para ser bienaventurado...

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