Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 19 de mayo de 2011

Objeción de conciencia


Leí su historia hace unos meses. No importan los nombres, ni los lugares...

Padre de familia en paro, electricista de profesión, y católicos de convicción en un país donde no son mayoría, pero donde no peligra la libertad religiosa y de culto. El hombre recibe una propuesta de trabajo. Algo puntual, pero importante: hacerse cargo de la instalación eléctrica de todo un edificio de servicios de nueva construcción.

De inmediato, el cuento de la lechera: ingresos fuertes durante un año, saldar deudas, algún ahorrillo. La situación todavía no es asfixiante, pero no tardará en serlo. Es una buena oportunidad. Pero hay un problema: la obra. Se trata de una clínica para practicar abortos. Legalmente, se entiende...

Y ahí surgen las primeras dudas y problemas de conciencia. El dinero hace falta. No eres responsable de lo que hagan en esas instalaciones. Si no lo haces tú —el trabajo— lo hará otro, así que decir “no” no va a impedirlo... En esos momentos cuesta. Y no es fácil saber cuál es la respuesta correcta, si es que sólo existe una.

Esta familia hizo su opción. Rechazó el trabajo. No quería contribuir en lo más mínimo a lo que consideraba en conciencia un crimen, por muy legal que sea. Y lo hicieron sin reclamar derechos de objeción de conciencia. Sencillamente, objetaron sin derechos.

Siempre me ha parecido que el verdadero objetor de conciencia es aquél que está dispuesto a enfrentarse al sistema asumiendo todas las consecuencias de sus actos y sin que su derecho a la objeción sirva de atenuante o eximente de las posibles responsabilidades jurídicas. Eso es ser un verdadero héroe.

No digo que no deba reconocerse el derecho a la objeción de conciencia. Pero ésa es otra lucha que quizá, a largo plazo, sea más fructífera: no a todo el mundo se nos puede exigir que seamos héroes, ni estamos dispuestos a serlo...

Quizá la de este electricista no sirva para impedir la construcción de ese centro abortista, pero no me negarán que su actitud no es digna de quitarse el sombrero...

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