Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 22 de diciembre de 2011

Héroes y bienaventurados (5)


“Bienaventurados los misericordiosos, 
porque ellos alcanzarán misericordia”

Misericordia. Inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. No se trata solo de sentir. No se trata sólo de compadecerse, de reconocer el sufrimiento ajeno, de hacerse solidario en él. La segunda parte es significativa: ofrecer ayuda...

Por todo ello, bienaventurados los que son capaces de amar en toda circunstancia, porque amar es el único alimento sin fecha de caducidad. Bienaventurados los que tratan con cariño al otro, porque las formas también importan. Bienaventurado el que escoge la amabilidad, el que respeta al pecador, pero no al pecado, el que no consiente, sino que encauza con y por amor, el que se siente amado y obligado al amor.

Sentir compasión es fácil. Incluso imposible de evitar. El misericordioso es el que no se queda parado y con los brazos cruzados. El que toma decisiones para paliar el sufrimiento. El que se compromete a ello con toda su alma y todo su ser. El que no renuncia a soñar y trabajar duro al despertar. Ésos son los héroes.

Son aquéllos que, de verdad, descubren a Dios en cada ser humano, en cada criatura. Y eso obliga a mucho. ¿Cómo tratarías a Dios si hecho hombre y sin ningún género de dudas sobre su identidad se presentase frente a ti? Pues eso. Así deberíamos tratar a cada persona que se cruza en nuestro camino. Con esa misma dignidad. Incluso al mayor de los pecadores, a la peor de las personas, porque también a ése Dios le ama...

Tratar con amor y cariño a quien te rodea. Regalar amor sin condiciones, sin hacer pagar peajes. Preocuparse por ser amigo, más que por tener amigos.

A base de ver duras imágenes, a base de convivir con al injusticia, con el naufragio de valores, con nuestra propia debilidad y autocomplacencia, nuestros corazones se han endurecido. Nos hemos vuelto insensibles ante los sufrimientos ajenos, nos resistimos a compartirlos, nos falta generosidad para aliviarlos.

Somos exigentes y duros con los demás. A veces, incluso agrios y malpensados, maledicientes. Nos aferramos a dogmatismos e intransigencias, a rencores y juicios temerarios.

Esto es loq ue nos suele pasar a todos. Más o menos. Es normal, que no bueno. El héroe es el que no lo hace. No porque no tenga otro remedio, sino precisamente porque lo tiene. Héroe no es quien sólo puede hacer una cosa, sino aquél que puede escoger y elige la opción adecuada...

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