Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 7 de julio de 2011

Bienaventurados los humildes


Si le tuviera que poner un rostro a San Francisco de Asís —sin dejarme llevar por estampas y cuadros— sería el de un pequeño sacerdote al que conozco desde hace mucho tiempo. Un hombre eminentemente bueno y humilde. No sabría describirle con más palabras. Ni con menos.

Les cuento algunas cosas para que me entiendan.

Este sacerdote renunció en su día a cualquier complemento pecuniario que situara sus ingresos mensuales por encima del salario mínimo interprofesional. Para él no podía ser de otra manera: era una cuestión de justicia, de solidaridad, de comunión.

Nunca ha tenido casa propia, ni coche. Una bici y durante un tiempo una moto han sido su medio de transporte, hasta que la enfermedad le impidió sencillamente mantener el equilibrio. Desde entonces, transporte público, o familia y amigos.

Jamás le he escuchado una palabra que no sea de agradecimiento. Es de las pocas personas que conozco que te dan las gracias incluso cuando sólo cumples con tu obligación. Tampoco una palabra mal sonante o a un volumen superior.

Su humildad le ha llevado a  desempeñar cuantas misiones le han sido encomendadas sin preguntar hasta cuándo o hasta dónde. Con alegría, y contagiando felicidad.

Sin embargo, su humildad no ha sido transigencia. Sin perder las formas, cuando ha creído que era su deber ha defendido lo que creía justo a capa y espada. Porque la humildad no es decir sí a todo, sino una actitud dentro de la cual se puede decir tanto “sí”, como “no”. Humildad es saberse instrumento y ponerse en manos de Dios.

No lo digo yo, pero me uno: bienaventurados los humildes.

Y bienaventurados los que tenemos la suerte de cruzarnos en nuestra vida con uno de ellos. Porque mirarles es recargar esperanza. Porque sentirles es avivar la fe. Porque conocerles es poner rostro y carne a la caridad.

Sólo una cosa más. No sobre estas personas, sino a ellas: gracias.

1 comentario:

  1. . COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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