Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 21 de julio de 2011

Cuestión de confianza


Hay una clase de personas predispuestas a “poner la mano en el fuego” por aquéllos a los que conocen y quieren. Y es raro, porque con la que cae y el clima actual que se respira en nuestra sociedad, la desconfianza está al orden del día.

Obviamente, no hablo de esas personas que mantienen una posición externa de confianza porque lo exige el guión y sus propios intereses. No. Hablo de personas que no creen inmediatamente y sin pruebas rumores o acusaciones vertidas contra otros. Sean las que sean y lo diga quien lo diga.

Y aunque a más de uno le vengan a la cabeza inmediatamente los términos “corrupción” y “políticos” —lo cual demuestra y afirma lo que les comentaba del clima actual y de la escasez de personas dispuestas a “poner la mano en el fuego”— no estoy hablando de ello. Al menos, no sólo de ello.

En realidad, el clima de desconfianza se ha generalizado y extendido tanto entre nosotros que prácticamente casi nadie se fía de nadie. Por eso, comienza a ser un comportamiento heroico el que exista alguien que confíe en otros especímenes humanos, que esté dispuesto a “poner la mano en el fuego” y quemarse...

Ahora, casi nadie le da las llaves a un vecino “por si acaso”. Ni se presta dinero entre particulares, sin más papeles o garantía que una mirada o un apretón de manos. ¿Dónde ha quedado el valor de la palabra dada?

Es cierto que todos podemos haber sufrido muchos desengaños. Pero hay personas que siguen yendo con el corazón en la mano, aún después de que se lo hayan triturado y aplastado. Personas que prefieren lamentarse por ser engañados que por dejar pasar la oportunidad de confiar en otro ser humano.

Hablo de confianza, no ingenuidad o temeridad. Y hablo de confianza hacia personas que conoces y no una fe ciega —de la que sólo Dios es digno— en completos desconocidos.

Hablo de personas que desprecian y rechazan habladurías y que son capaces de manifestarse a favor de esas personas en las que confían incluso cuando todos los que te rodean en un momento aceptan las dudas sobre su honestidad o comportamiento. Hablo de personas que ni siquiera necesitan preguntarle a la víctima de los rumores.

Hablo de personas que, aún cuando se demuestre que pusieron la mano en el fuego y se quemaron, no reniegan de su amistad. Y eso no significa justificación o encubrimiento, sino ayuda y amistad. A fin de cuentas, es cuando caemos cuando más necesitamos al amigo que nos ayude a levantarnos, ¿verdad?.

¡Qué pocas personas quedan de ésas! ¡Qué fácil es aunarse a la crítica o guardar silencio! ¡Qué conveniente alejarse del caído y renegar de él como si su amistad pudiera mancharnos!

Y sin embargo, los padres no dejarán de querer, acoger y procurar lo mejor para sus hijos aún sabiendo que les mienten y utilizan. Y un verdadero amigo no abandonará a otro cuando más lo necesita...

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