Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 6 de octubre de 2011

Cuestión de fe


Hoy es imposible esquivar el tema. Hoy aparcaremos el anonimato, porque creo que se lo merece...

Recuerdo tres contemporáneos a los que nunca conocí en persona y sólo a través de sus obras, cuya muerte me ha hecho llorar y sentir un vacío como el que debe sentir un huérfano a edad temprana. Probablemente no son los únicos, pero ahora no recuerdo a otros — Juan Pablo II o la Madre Teresa juegan en otra liga — en esta categoría.

El primero de ellos fue Herbert von Karajan. Director de orquesta. Perfeccionista. Innovador. En la década de los 70 cambió las reglas en la grabación de la música clásica. Construyó una orquesta a medida, un auditorio a propósito y comenzó a grabar en digital cuando nadie sabía todavía eso cómo se iba a comercializar en el futuro. Hay un antes y un después en el mundo de la interpretación y grabación musical del repertorio de los clásicos. En 1989 nos dejó, posiblemente, para ir a montar una orquesta en el Cielo para que el Aleluya de Haendel o el Requiem de Mozart suenen con toda la gloria debida frente al Único merecedor de toda gloria.

El segundo fue Stanley Kubrick. Habrá a quien no le guste su cine. Incluso hay quien lo odia. Pero fue un genio perfeccionista y ególatra —como todos— que cambió las reglas de cada género que tocó. La ciencia ficción, con 2001: una Odisea del Espacio; el thriller, con Atraco perfecto; el bélico, con Senderos de Gloria, Teléfono Rojo y La Chaqueta Metálica; el de época, con Spartaco y Barry Lyndon; ... También hay un antes y un después de Kubrick, que nos dejó en 1999, posiblemente, para rodar la gran película de la historia, trabajando codo con codo con Dios como guionista.

El tercero ha fallecido esta noche. Un visionario emprendedor con una vida corta y rica y con un legado mucho más palpable en millones de bolsillos, maletines, bolsas y escritorios. Steve Jobs, co-fundador de Apple.

Mucho se ha escrito —y se seguirá escribiendo en los próximos días— valorando su aportación y su genio, su legado material y, también, su legado espiritual.

En este momento creo que valdría la pena recordar una campaña —Think Different— y un poema que —creo— compuso él mismo. La traducción vendría a decir algo así:

“Dedicado a los locos, a los inadaptados, los rebeldes, los problemáticos, los que no encajan en ningún sitio, a los que ven las cosas de otra manera. A esos que no siguen las reglas, ni tienen respeto por lo establecido.
Puedes alabarlos. Puedes no estar de acuerdo con ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas.
Ellos inventan. Ellos imaginan. Ellos curan. Ellos exploran. Ellos crean. Ellos inspiran. Ellos impulsan la humanidad hacia delante.
Mientras algunos ven locos, nosotros vemos genios.
Porque la gente que está lo suficientemente loca como para pensar que pueden cambiar el mundo, son los que logran hacerlo”.

Si quieren verlo y escucharlo en la propia voz de Jobs, aquí les dejo el enlace: http://www.youtube.com/watch?v=8rwsuXHA7RA&feature=player_embedded

Y si lo buscan con subtítulos en castellano, también lo encontrarán.

Personalmente, no tengo nada más que añadir. Gracias, Dios mío, por esos locos.

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