Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 27 de octubre de 2011

Algo más que fidelidad


Apenas puede sostenerse en pie. Las distancias que antaño recorría en cinco ahora le duran veinte eternos minutos. Se ha caído más de una vez, aunque lo oculta para no preocupar a los que la quieren. Y pese a todo ello, cuando llegan estas fechas, siempre saca fuerzas de donde ya no parecen haber para cumplir fielmente con algo más que una tradición. Incluso bajo la lluvia.

Hace semanas que ya encargó lo arreglos. En plástico. Es más barato y duran más. Y una semana antes, para evitar aglomeraciones, se dirige a los cementerios. Más de uno, sí. La mitad de su vida la pasó en un pueblo y allí están enterrados una parte de su familia. La otra, en el cementerio de la capital.

Como si de una peregrinación se tratara, visita una a una las tumbas. Les pasa un paño húmedo, cambia los arreglos florales y reza un Padre nuestro y un Ave María. Año tras año. Incluso a veces hasta habla con ellos mientras acaricia las lápidas con el trapo o desliza sus dedos sobre las fotografías.

Mientras recorre las calles del camposanto observa lápidas ya abandonas. Algunas muy antiguas, pero otras de apenas unos años. Será que a base de “amar” la vida esta sociedad y estos tiempos tienden a olvidarse de la muerte. O mejor, de lo que ocurre tras la muerte. Y de los seres queridos.

A los niños les protegemos hurtándoles el conocimiento natural de algo que tarde o temprano tendrán que vivir. Los jóvenes ni miran a ese horizonte todavía lejano y que cuando llega a alguien cercano sólo causa dolor y desesperanza. Si no quiere amargarse no le pregunte a un adolescente de 16 años si cree en la vida eterna. Los adultos miramos con recelo y hasta miedo. Sobre todo a partir de cierta edad. Y a los más mayores parece que sólo les queda recordar y contar cuántos quedan de su “quinta” y cuántos han tomado ya el camino...

En esta España tan cañí en algunas cosas como para exaltar manifestaciones patrias frente al imperialismo cultural yanqui, a ella le parece increíble lo rápido y profundamente que está calando el Halloween de las narices. Su propia nieta ya no se refiere a estos días como Todos los Santos  los Fieles Difuntos, sino por ese nombre que tanto le cuesta pronunciar y que ni entiende, ni quiere.

Mientras reza por familiares y conocidos una duda le asalta: ¿quién rezará por mí cuando me haya ido? ¿Vendrá alguien a traerme flores o simplemente me perderé en el olvido?

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