Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 30 de junio de 2011

Sin garantías


Digamos que se llama Eva. No es la única, hay muchas. Y no sólo “evas”, sino personas que no se acomodan. Que se levantan de la silla cuando es necesario, aunque eso signifique el riesgo de perderla. Que dan un paso adelante, aunque eso signifique que les señalen con el dedo. Que miran a los ojos, aunque eso implique compartir sentimientos. Que preguntan “cómo estás” y de verdad quieren saberlo.

Les cuento un caso, un ejemplo.

Lunes noche. Último consejo pastoral del curso en la parroquia. Tras la cena, cada mochuelo a su olivo. Una persona mayor que arrastra los pies, que camina despacio, que no vive lejos, pero que puede tardar quince minutos en llegar a casa. Cualquiera de los más jóvenes podría acompañarla a casa paseando, dándole conversación. Es una cuestión de tiempo, de hurtarle unos minutos al sueño. Pero Eva, no.

Eva aparca su coche en la calle. Los que lo hacen en las grandes ciudades saben la de vueltas que hay que dar a veces para encontrar un hueco. Pero eso no es lo importante. Eva ve a aquella mujer a la que le cuesta andar, echa mano al bolso, saca las llaves del coche y le propone llevarla.

jueves, 23 de junio de 2011

La mano derecha.. y la izquierda


Un conocido me dijo ayer mismo que el compromiso “o toca el bolsillo o no es compromiso”. Probablemente, algo de razón lleva. Y por el puesto de responsabilidad que ocupa, algo debe saber.

La cuestión vino a cuento de la financiación de la Iglesia y sus obras y de la actitud que los católicos debemos asumir en esta materia. Por supuesto que la oración y la vida sacramental son primordiales. Y la catequesis, la pastoral y la asistencia social, con sus voluntarios. Dedicar nuestro tiempo a Dios y a su Iglesia es necesario. Pero también lo es hacerse cargo de su mantenimiento.

La Iglesia necesita lugares donde desarrollar su misión. La Iglesia necesita cubrir, como cualquier familia, una serie de gastos corrientes para su funcionamiento. La Iglesia necesita de ayudas económicas para ayudar a los más necesitados. La Iglesia necesita dar de comer y vestir al clero, porque sin ellos no hay sacramentos, ni atención, ni acompañamiento... La Iglesia necesita... ¡y todos somos Iglesia! Sus necesidades también son mías, nuestras. “La necesidad de uno es la de todos”, es una frase que me encanta.

jueves, 16 de junio de 2011

Héroes del silencio


No me refiero al grupo musical. Ni a ermitaños, cartujos, o religiosas de vida contemplativa (clausura), de los que ya he escrito en este blog sobre su invisibilidad porque, sin duda, se lo merecen... Tampoco me refiero al silencio del prudente que se sabe esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Ni al del sabio, que prefiere no romper el silencio hablando si no es para mejorarlo. Ni al del manso y humilde que prefiere el silencio de la labor callada y del anonimato.

Hablo de un tipo de ser humano cada vez más difícil de encontrar. Aquel que llega a casa tras sus ocupaciones diarias y se sienta a escuchar el silencio. No enciende la televisión, ni se sienta frente al ordenador, ni rebusca en su iPhone, iPad o sucedáneo.

jueves, 9 de junio de 2011

Todavía hay quien escucha


Que escucha al otro, y no a sí mismo, que de estos último hay bastantes, aunque tampoco muchos si te paras a escucharles... De los primeros, hay pocos. Pero que muy pocos. Y si encima te hacen sentir escuchado, son casi un milagro.

Conozco a algunas de esas personas. Pueden ser los individuos más activos y con agendas más apretadas del mundo. Sin embargo, cuando les miras a los ojos no necesitan más. Comienzan a escucharte antes de empezar a hablar. Te hacen sentir la más importante de las personas, y tu problema, lo más urgente. El tiempo se detiene. No miran el reloj, ni contestan al teléfono. Fijan su mirada en tu mirada. Prácticamente no abren la boca. Ni te cuentan, ni te aconsejan. Simplemente te dejan hablar. ¡Y escuchan! Sientes en sus rostros que te escuchan. Y digo sientes, porque es una sensación que va más allá de la observación.

Si conocen a alguna persona así, saben de lo que hablo. Si han tenido la oportunidad de disfrutar de sus “oídos”, hay poca cosa más que contarles. Quizá algo que ya saben: cuiden a esa persona, cuiden su amistad. De verdad que no hay muchas.

jueves, 2 de junio de 2011

Cabezotas


Existe una especie de personas incansables, inmunes al desánimo, insistentes y perseverantes. Incluso, a veces, hasta pesados...

Son personas de firmes convicciones, de fe inquebrantable. Saben cuál es su lugar —o creen saberlo— y su misión en cada momento y viven para ello. En unos casos, lo harán rodeados de otras personas. En ocasiones, en la soledad y el recogimiento.

No es que no tengan dudas. Son humanos. Con madera —en realidad, como todos— de santidad, pero humanos. Pero ante esos momentos de flaqueza, su caminar se vuelve más rápido y su entrega más amplia y profunda.

Se empeñan en no renunciar a nada de lo que es Bueno (con mayúsculas) incluso cuando no queda tiempo, cuando otros ya habrían asumido la cercanía del final, se habrían resignado y arropado para esperar la muerte...