Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 24 de mayo de 2012

Salvador por accidente


Son casi las once de la noche y suena su teléfono. Al descolgarlo escucha una voz impaciente, probablemente en un idioma que no es el suyo, aunque quizá le resulte familiar y hasta reconocible. Obviamente se han equivocado. Su interlocutor quizá insiste e intenta hacerse comprender. Pregunta por otra persona y parece vivir una situación angustiosa...

¿Qué hace usted?

La que les acabo de relatar es —con algún condimento— probablemente el escenario más o menos real en el que se produjo un pequeño milagro el pasado fin de semana, cuando la tierra tembló, de nuevo, en el centro de Italia.

Eran las cuatro de la madrugada (hora local). En la localidad de Finale Emilia una casa se derrumba y deja atrapada bajo los escombros a una niña de cinco años. Su madre, que ha logrado escapar del derrumbe, intenta llamar a los números de emergencia, pero las líneas están colapsadas.

Desesperada por salvar a su hija llama a un médico italiano amigo suyo que reside en EEUU. Como si desde la distancia pudiera ayudarla. Probablemente —creyente o no— reza para que responda, para que pueda hacer algo, para que alguien venga.

Sin embargo, con las prisas, los nervios, el pánico, se confunde de número. Otra persona contesta. No importa quién. La mujer intenta hacerse entender y por lo visto, lo consigue.

Aquel hombre, importunado por una desconocida, con un problema lejano y fuera de sus posibilidades de actuación concreta, no cuelga y escucha. Y no solo eso. Es el hombre que está al otro lado del teléfono quien logra ponerse en contacto con la central de Policía de Roma, desde donde rápidamente alertan a los bomberos que acuden a rescatar a la pequeña.

Horas después, la niña estaba en un hospital de Módena, recuperándose de la rotura de un tendón de la pierna y algunas contusiones.

También horas después, su madre, probablemente, descansaba al lado de su hija agradecida a Dios, a la suerte, al hombre del teléfono, ... Quizá no le llamó para informarle y agradecerle su intervención. Quizá a esas horas pensó en hacerlo. Quizá lo hizo sin ni siquiera pensar en al diferencia horaria.

Y es que, por supuesto, esas mismas horas después, un hombre anónimo, una voz sin rostro, puede que estuviera durmiendo con la tranquilidad de haber hecho lo correcto. O puede que no pudiera hacerlo, intranquilo por saber si los bomberos habían llegado a tiempo. Puede que incluso pensara en devolver la llamada a la madre para interesarse, y que el miedo a un fatal desenlace lo impidiera...

En cualquier caso, un pequeño gesto, un gran héroe... por accidente.

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