Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 22 de marzo de 2012

Hacer lo correcto


Que no es lo mismo que hacer lo que todo el mundo, lo que no causa daño a nadie, o lo que me conviene...

Quiero contarles la historia de Juan. Es uno de esos chicos que llenaron las calles en protesta por brutalidades y recortes. No es que las hubiera visto, ni que los hubiera notado hasta que se empezó a hablar de ellos. Lo cierto es que otros le habían contado. Y lo que le contaban, no le parecía justo.

Decidió apoyar la causa, y salir a la calle. A escondidas, porque no quería que se enteraran sus padres. No le entenderían.

Estuvo a pie de balcón día tras día. Con sus pancartas, sus consignas, pitos y gritos. Pensaba que estaba haciendo lo correcto. Había motivos para la protesta. Muchos de sus amigos estaban allí. No había dudas en su conciencia. Ni planteamiento de estrategias, objetivos, tiempos o destinatarios de la crítica...

Y así fue hasta que un día observó el rostro de una niña llorando. Un rostro que reflejaba ignorancia, inocencia, no saber el porqué. Y no era sólo una...

Aquello fue como un aldabonazo, un golpe duro en su conciencia. Al día siguiente comenzaron las críticas ante lo que hacían. Generalizadas. Amplificadas por los medios de comunicación. Y comenzó a darse cuenta de que eran los mismos medios que les habían servido de altavoz en su lucha, que a él, personalmente, le habían incitado a ella.

Pero el golpe definitivo vino de sus propios compañeros de trinchera. Porque sin jerarquía reconocida o votada, descubrió que ésta existía. Que todo era planificado y no espontáneo. Que eran otros quienes elegían fechas, lugares y consignas. Escuchó de supuestos portavoces que ellos habían estado allí antes, que iban a seguir después, y que no iban a marcharse ahora. Porque había motivos. Siempre los hay.

Al día siguiente, Juan se mezcló con la gente de la plaza. Abandonó a sus compañeros de armas. Reconoció su error. Hizo lo correcto.

Simplemente se había dado cuenta de que aquellas personas que presumían de haber estado antes, nunca estuvieron por verdaderas causas. Nunca protestaron ante la muerte de inocentes. Ni por insultos o vejaciones a compañeros. Ni por amenazas y agresiones a profesores. No es que no tuvieran motivos, realmente. Pero es que dejaron de parecerle tan importantes como para justificar el llanto de aquella chiquilla. No es que no tuvieran algún punto de razón, pero es que ningún motivo dejaba de beneficiarles personalmente. Ninguno de los que allí estaban protestaba en beneficio de los que no estaban.

Juan decidió abandonar aquella forma de lucha, aquellas consignas y aquella violencia. Bebió información en fuentes más variadas. Lo que era verdad una semana antes comenzó a matizarse. Incluso a diluirse y esfumarse en ocasiones.

Juan, hoy, es un héroe que ha aprendido. No se puede apoyar una causa sólo en base a las personas que la respaldan. No se escoge un camino en función de los compañeros de viaje. No se firman cheques en blanco sin conocer a fondo y con certeza el destino de los mismos.

Y da igual que en el regreso le den la espalda, le recriminen, o le señalen con el dedo. Él, simplemente, hizo lo correcto. Fue siempre sincero y honesto. Al estar, y al abandonar. Fue reflexivo. Y rectificó cuando creyó que tenía que hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario