jueves, 2 de febrero de 2012
Clandestinos
Se mueven casi en la oscuridad. A hurtadillas, se reúnen en pequeños domicilios particulares. Viajan constantemente de pueblo en pueblo, con una inquebrantable actitud de servicio y en constante peligro de ser detenidos en un país en el que nada bueno se dice de su sistema penitenciario.
¿Su crimen? Responder a una llamada. La importante. La que vale la vida: la de uno mismo y la de aquéllos a los que sirves. ¿El país? China. Aunque no es el único.
El lunes de esta misma semana, cinco sacerdotes de la parte denominada “clandestina” (no pertenecientes a la Iglesia Patriótica controlada por las autoridades chinas), de la diócesis de Suiyuan (Hohhot), en Mongolia interior, fueron arrestados por la policía.
En China existe una “iglesia” oficial, dominada y controlada por el Estado, y otra, obligada a la clandestinidad, que quiere permanecer en comunión con toda la Iglesia universal. Pertenecer a esta última no es sano...
Los sacerdotes arrestados son Joseph Zhang, administrador diocesano, Joseph Ban, rector del seminario “clandestino” y tres párrocos, los padres Ding, Wang y Zhao. Al parecer, se habían reunido, al anochecer, en casa de un fiel, para dialogar sobre asuntos parroquiales. Ante tal riesgo —nótese el sarcasmo— para la seguridad y convivencia nacional, una treintena de policías y funcionarios irrumpieron en el lugar y se llevaron a los cinco sacerdotes.
Treinta para detener a cinco... ¡Sí que debían ser peligrosos, sí! Se estima que en esta diócesis sirven una treintena de sacerdotes que actúan con gran discreción, albergados por las familias y efectuando su ministerio secretamente. ¡Igual pensaban “cazarlos” a todos!
Como suele ocurrir en estos casos, las autoridades no han dado ninguna explicación en cuanto a la razón de los arrestos. No les hace falta. Por su parte, los responsables laicos de las comunidades afectadas han llamado a los fieles a orar por el rápido regreso de su sacerdotes.
En Occidente faltan vocaciones. Aquí, donde aún a pesar del crecimiento de un sentimiento anticlerical, a veces violento y beligerante, no pasa nada por responder a la llamada de Dios. Deberíamos mirar y aprender de estos héroes obligados al anonimato por razón de su fe.
Todos estamos invitados a consagrar nuestra vida a Dios. Incluso cuando el entorno no acompaña. Especialmente cuando el entorno no acompaña. También los laicos, pero de forma especial sacerdotes y religiosos y religiosas.
Hoy, día de la Presentación del Señor en el Templo —la popular “candelaria”— me ha parecido buen día para recordarlo.
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