Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 31 de enero de 2013

No hay amor más grande


Conchita Francisco, de 62 años, era agente de pastoral, viuda y madre de dos hijos. Fue asesinada a tiros por hombres no identificados frente a la catedral católica de Bongao, en la provincia filipina de Tawi-Tawi, en el sur del archipiélago, el 13 de noviembre de 2012.

La mujer acababa de salir de la iglesia, donde cada día conducía el rezo del Rosario y participaba en la Santa Misa. Conchita, llamada “Ching”, era un pilar en las actividades pastorales de la Iglesia local. Hace diez años su marido también fue asesinado, siendo presidente de la escuela de segundo grado en el campus de la “Mindanao State University” (MSU) en Bongao.

La muerte de su esposo no fue excusa para abandonar su compromiso pastoral...

Anastasius Nsherenguzi, sacerdote de la diócesis de Kayanga (Tanzania), de 43 años, resultó gravemente herido el 6 de abril de 2012, Viernes Santo, y murió al día siguiente, 7 de abril, después de unas horas de agonía, durante las cuales se negó a revelar la identidad de sus agresores.

Tras su muerte pudo saberse que Nsherenguzi regresaba a su casa desde Bushangaro, el área de la parroquia donde había ido para una celebración religiosa cuando, en el camino, se encontró con algunos jóvenes que estaban peleándose. El sacerdote intervino para evitar que el conflicto degenerase, pero fue golpeado por uno de los jóvenes con una gran piedra, que le provocó las heridas que causaron su muerte.

Construir la paz entre sus semejantes le costó la vida...

Son sólo dos ejemplos de los doce misioneros que han sido asesinados en este pasado año de 2012, según relata la Agencia Fides.

jueves, 24 de enero de 2013

San Francisco de Sales


Hoy se celebra la festividad del patrón de los periodistas, San Francisco de Sales. Permítanme traer a este blog hoy, por tanto, a los héroes de esta profesión. A esos héroes a los que ustedes no conocen. A héroes que, necesariamente, no tienen por qué morir en el ejercicio de su labor de mantenernos informados, ni batirse el cobre por destapar la corrupción o defender la democracia.

Permítanme hoy hablarles de verdaderos profesionales, no siempre titulados ni reconocidos, que han hecho y hacen posible los medios de comunicación católicos desde la gratuidad.

Me refiero a esos héroes voluntarios que mantienen laboral y económicamente buena parte de la programación de radios, televisiones y diarios diocesanos. Colaboradores que nunca han cobrado un céntimo, ni lo han pedido. Hablo de personas que, de su propio bolsillo y en su tiempo libre, mantienen abiertas iniciativas en Internet, o diseñan la página parroquial en sus parroquias.

La Iglesia nunca hará justicia suficiente con estas personas. Con todas ellas. Puede que las loas y el honor llegue a algunos más significados, pero en la inmensa mayoría de los casos su labor callada, silenciosa, humilde y vitalmente necesaria pasará a la historia sin reconocimiento alguno, y sin que ellos lo reclamen.

A ésos que, como San Francisco de Sales, nunca serán reconocidos como auténticos periodistas, que nunca venderán su trabajo desinteresado ni cobrarán por el mismo, démosles hoy un fuerte aplauso. Mañana, dejémosles seguir evangelizando desde el anonimato.

Y al resto de periodistas, titulados o no, trabajando o en el paro, especialmente a los que realizan jornadas inhumanas motivadas en la esclavitud de la noticia, en la escasez presupuestaria, o en la poca capacidad organizativa de directores y empresas, a los que viven con infrasueldos y amenazas permanentes sobre sus cabezas, feliz día en su fiesta.

jueves, 17 de enero de 2013

Miedo a ...


Hace poco más de un año un joven valenciano era ordenado sacerdote y marchaba a Vietnam como misionero. Estas Navidades, aprovechando las vacaciones, el gobierno de aquel país le ha “invitado” a no regresar. Imaginen cómo se siente.

¿Cuántas personas sufren situaciones similares? Cientos. Miles. Y no necesariamente son gobiernos quienes las silencian. Ni ocurre en países lejanos de corte islamista o comunista. También ocurre entre nosotros. Entre compañeros y colegas. Incluso en el seno de nuestra Iglesia.

A veces mandamos callar. Otras, somos nosotros los obligados a guardar silencio, a sentirnos extraños, extranjeros en nuestra propia casa...

Que esto le ocurra a uno le convierte en medio héroe. Que aún así no se deje doblegar, que su espíritu sea capaz de levantarse de nuevo, le hace a uno héroe completo.

¡Cuántas verdades, pero sólo una Verdad!